Uno de los temas pendientes que ha enfrentado constantemente a
Perú y Chile, desde la Guerra del Pacífico (1879) hasta hoy, ha sido el
diferendo marítimo. Ante esto, nuestro país elevó sus argumentos a un ente
externo para que determine y dé por finalizado el asunto. Es así que el 27 de
enero de 2014, la Corte Interamericana de Justicia de La Haya dio a conocer su fallo, hecho que produjo distintas opiniones a nivel nacional.
Para la clase política y para la prensa, nuestro país habría logrado su
objetivo; en cambio, para un reducido grupo de compatriotas, el Perú se habría
llevado la peor parte. En ese sentido, asumo que el dictamen favoreció a Chile.
Digo que el veredicto favoreció al vecino país del sur, porque
en las ochenta millas marítimas que se le otorgó a perpetuidad se encuentra la
mayor parte de concentración de anchoveta, una especie de pescado que tiene
mucho valor en el mercado mundial. Además, de todo ese espacio marítimo no solo
puede extraer pescado, sino petróleo, gas, entre otras riquezas que muy bien
puede aprovecharlas, gracias al avance científico-tecnológico. Ahora bien, a un país como el nuestro que le
otorgan un espacio rodeado de tiburones, potas y otras especies marinas no
significativas para la dinamización de su economía, solo habrá ganado agua y un
poco de consuelo. Pese a ello, lo curioso es que casi toda la prensa nacional,
incluido el Presidente, asumen que hemos ganado la contienda.
Por otro lado, en términos de Ignacio Walker, excanciller
chileno, los peruanos celebran el hecho de tener un territorio que Chile nunca
quiso. Así, en tono sarcástico, manifestó: “Nosotros jamás solicitamos ni un
metro de eso porque no tiene ninguna experiencia práctica”. Repito, si la
balanza se hubiese inclinado a favor nuestro, Perú tampoco hubiese ganado nada,
ya que históricamente ese espacio le correspondía; en consecuencia, solo habría
recuperado su espacio marítimo. ¿Entonces de qué ganancia o beneficio hablan
quienes dirigen nuestro país?
En conclusión, el dictamen de la Haya terminó favoreciendo al
vecino sureño, al otorgarle perpetuamente el espacio marítimo, en cuyo
perímetro se ubica la mayor producción de especies marinas. Por su parte, Perú solo recuperó un triángulo
en altamar que estaba en dominio chileno, pero que ellos jamás reclamaron. Solo
se espera que con este último acontecimiento las divergencias tanto marítimas
como territoriales hayan terminado, a fin de no seguir reduciendo nuestros
espacios territoriales ni marítimos.