El 21 de agosto de 2013 el Grupo Editorial El Comercio, de
propiedad de los Miro Quesada, compró las acciones de Epensa (Correo, Ajá, Ojo
y El Bocón), de propiedad de los hermanos Agois Banchero, por la suma
equivalente a 17 millones 200 mil dólares; lo que significa que el decano toma
el control de la impresión, la publicidad y la comercialización de Epensa. Esto
dio lugar al debate académico, cuyo punto central es la concentración de medios
en el Perú. Esta transacción ha generado, por un lado, el inmediato rechazo de tal operación por
considerarlo que viola el artículo 61 de Constitución Política del Perú, en el
que se prohíbe la concentración de medios, además de generar la competencia
desleal y poner en peligro la democracia, y por otro, los defensores del decano
asumen que tienen absoluta libertad para operar en una economía de libre
mercado. En tal sentido, asumo que la
concentración de medios en nuestro país es un peligro para la democracia.
Por un lado, digo que la concentración de medios en el Perú es
un peligro para la democracia, porque los ciudadanos recibirían la información
mayoritaria de un solo medio. En ese sentido, si un grupo empresarial tiene el
dominio del 70% de la circulación de los periódicos a nivel nacional, además de
dos canales de televisión, evidencia una única forma de pensamiento en sus
lectores, lo cual trasgrede, parcializa y sesga la información, haciéndola
menos pluralista y democrática, en el entendido de que los ciudadanos tienen el
legítimo derecho a recibir información proporcional que les permita generar sus
propias opiniones y conclusiones producto de lo que leen. Así lo sostuvo el
abogado especializado en Derecho Público, Constitucional y Administrativo,
Ángel Delgado Silva: “Es un peligro. En un Estado democrático, el ciudadano
tiene derecho a estar informado de manera proporcionada. Lo conveniente es que
un ciudadano no reciba información sesgada, de modo que pueda sacar sus propias
conclusiones y tome sus decisiones. Pero si la información viene de una sola
vía, de un solo camino, obviamente recibirá información parcializada.” (La
República.pe, miércoles, 04 de setiembre de 2013).
Por otro lado, es antidemocrático que un grupo editorial
monopólico silencie las propuestas disidentes de su contraparte, sobre todo
cuando se trata de procesos electorales. Si no recordemos, que durante las
elecciones presidenciales del año 2011, El Comercio apoyó la candidatura de la
hija del exdictador, Alberto Fujimori (1990 - 2000) condenado a 25 años de
prisión por delitos de corrupción y de lesa humanidad, a lo que se puede asumir
que está en su legítimo derecho de brindar su apoyo al candidato que mejor le
plazca; sin embargo, lo que no se está considerando es el derecho a la
pluralidad en el tratamiento de la información
que no necesariamente sintoniza con su propuesta. Es justo precisar que
en aquella coyuntura electoral, según este diario, se dejaba entrever que la
candidata del fujimorismo gozaba de la aceptación mayoritaria de los peruanos,
en desmedro del denominado candidato antisistema, lo cual distaba mucho de la
verdad, pues, los resultados favorecieron a Ollanta Humala, pese a los
constantes ataques de los diarios de derecha. En consecuencia, en un país, en
el que la mayoría aún no entiende a cabalidad sus legítimos derechos, y no
tiene la suficiente capacidad para discernir entre lo objetivo y lo subjetivo,
corre el peligro de ser manipulado al recibir la información a través de un
solo canal, lo cual es perjudicial y antidemocrático.
Asimismo, tanto Perú como Argentina albergan a grupos
periodísticos mediáticos muy poderosos, que bajo la lupa una economía de libre
mercado no tienen ninguna objeción para operar. Sin embargo, el problema surge
cuando, desde el punto de vista ético-moral se observa que la información, en
muchos casos, dista mucho de la objetividad, lo que conduce a pensar que la
mayoría de periodistas trabajan en función de los intereses de sus empleadores,
caso contrario, serían despedidos, situación que destiñe la veracidad de la
información periodística. En el caso de Perú se ha dicho que El Comercio tiene
el dominio aproximadamente del 70% de la prensa escrita y televisiva, lo que
implicaría que si este medio se propusiera, por ejemplo, disentir con el
discurso de un gobierno que intente regularlo por violentar algún principio,
fácilmente tendría bajo su dominio una enorme ventaja sobre el resto del
periodismo, significado catastrófico para un país que empieza a creer en la
democracia y en la paz interna que le costó conseguirla, luego de tanto
sacrificio. En el segundo caso, a diferencia de Perú, se encuentra el
conglomerado mediático más grande de Argentina con el Grupo Clarín S.A. que
reúne el 41% del mercado radial, el 38% de la televisión de señal abierta y el
59% de televisión por cable, lo cual no
se condice con el principio de objetividad, pluralidad y democracia de ese
país, al encontrarse en constantes enfrentamientos judiciales con el gobierno
de turno; y que además, en términos de Martín Sabbatella, Autoridad Federal de
Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), este grupo mantiene su posición
dominante y su falta de independencia, al existir vínculos societarios entre el
diario y las empresas que regenta, lo cual de por sí ya es un fraude para sus
lectores. En consecuencia, para evitar que los grupos mediáticos traten de
influir negativamente y violenten nuestros derechos, debemos entender que
democracia no es sinónimo de imposición y sometimiento de quienes tienen el
poder; democracia significa que todos los ciudadanos tenemos los mismos deberes
y derechos, en la que debemos aprender a convivir participativamente, de manera
libre, justa, igualitaria, independiente, además de recibir la información de
los distintos medios de comunicación de manera objetiva, tal y como lo
establece nuestra carta magna.
Ahora bien, en un país “democrático”, asistimos ante el discurso
sardónico de quienes tienen el sartén por el mango que, como es natural,
defenderán lo suyo y jamás asomará en ellos la paupérrima idea de asumir sus
yerros cuando en nombre de la teoría del libre mercado, de la constitución
política y de todas las leyes vigentes en este país, asumen que ejercen su
legítimo derecho, y que tienen absoluta libertad para seguir jugando a
compraventa de cuantas empresas editoras les competa. No obstante, lo ocurrido
en los vecinos países nos delata que cuando el elefante está dentro de casa, el peligro es eminente, y la historia
se repite. Por ello, reafirmo que constituye un peligro el hecho de que gran
parte de la “información“ periodística sea dirigida por un solo medio, en el entendido de que
todos tenemos derecho a un espacio en donde podamos informarnos de manera
veraz, sin maquillajes ni mensajes camuflados de mentiras.
En conclusión, la concentración de medios en el Perú es un
peligro para la democracia, ya que la mayoría de peruanos estaría resignado a
recibir la información mayoritaria de un solo medio, además de asistir a un
posible enfrentamiento con el gobierno de turno, de no armonizar con sus
intereses. Esta situación desacredita la información veraz y constituye una
falta de ética periodística en el medio; asimismo, violenta el legítimo derecho
a la información que debe recibir todo ciudadano. Finalmente, para saltar este
abismo, por un lado, habrá que aprender a surtir entre leer un diario cuya
línea editorial se yuxtapone y expande hacia sus socios estratégicos, y un
diario de corte verista que aquilate la información, para estar cada vez más
lejos de Escila y Caribdis; y por otro, ojalá que los promotores del decano se
alejen de la malas prácticas de sus vecinos para evitar cualquier desvarío
social que tanto daño nos hace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario