sábado, 14 de julio de 2018


EL PENSAMIENTO CRÍTICO EN LAS UNIVERSIDADES
No soy un fatalista, pero el panorama mundial se torna cada vez más ensombrecedor: los conflictos y la guerra en medio oriente, el afán de poder de las potencias mundiales (Rusia y Estados Unidos), las enfermedades incurables, los males sociales, el calentamiento global y la degeneración del ser humano, solo por mencionar algunos ejemplos. Luego de echarle un vistazo al mundo, retorno por el hall de algunas universidades de este país, y me pregunto si hemos logrado sintonizar con los ‘millennials’, con quienes compartimos buena parte de nuestro tiempo en las aulas. De ser así sería un gran alivio.
Es cierto que a nosotros nos educaron con el rigor de la palmeta, cuando las bibliotecas eran exquisitas, los libros eran muy costosos y las fotocopias jamás pasaron por nuestra cabeza,  por eso, copiábamos lo que el profesor escribía en la pizarra o lo que nos dictaba en cada clase. Recuerdo, aún, cuando un compañero de carpeta decía “profesor lo tenemos que copiar todo eso” y otro muy listo respondía “no, tómale foto”. Eso sonaba a broma hace aproximadamente 30 años porque nadie tenía, como hoy, una cámara a su alcance, salvo en su imaginación. Los jóvenes de hoy nacieron con el Smartphone, la computadora y la tableta conectados a internet las 24 horas del día. Esa enorme ventaja con respecto a la información que maneja la juventud se ha convertido en un reto para cualquier persona que ejerce la docencia, sin embargo, nos preguntamos cómo los docentes del siglo XX pueden convivir y alinearse con los estudiantes del siglo XXI.
Pero lo más importante, creo yo, es preguntarse si en el sistema universitario peruano se están generando espacios de discusión, cuyo punto central sea el tratamiento de temas nacionales y mundiales que permitan desarrollar el pensamiento crítico, o se estará apostando por una formación conformista, contemplativa, cuyo objetivo esté centrado solo en obtener el diploma que le sirva para no morirse de hambre en este país, cuyos índices de corrupción son alarmantes en estos últimos 20 años. En ese sentido, creo que la universidad tiene la obligación de generar espacios para que los estudiantes lleguen a la conclusión de que es una necesidad entender el mundo que les ha tocado vivir, entender que todo sigue su curso, entender que los escenarios político, económico, religioso y social de los países experimentan cambios coyunturales y drásticos. Entenderse a sí mismos también es una necesidad; sin embargo, alcanzar el objetivo exige, indefectiblemente, el uso de la razón que se podría resumir en el abandono de las posiciones cómodas y sumisas producto de la lectura y el esfuerzo que estas contemplan. Ello haría a la persona más humana, útil, libre e independiente.


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